miércoles, 15 de junio de 2016

Leyendas y cuentos cortos venezolanos (6) Varios autores

Joven intérprete de la bandola llanera en el archivo de  Fernando Sánchez




ANILLO ATLANTE (Mercedes Franco)
 Algunos venezolanos han sido convencidos de creer en las virtudes del “anillo atlante”. Este tiene la forma de una pirámide, y supuestamente apareció en la tumba de un supuesto faraón llamado Hua, del cual no hemos hallado en la historia ninguna noticia.



ÁNIMA Y ALMA (Mercedes Franco)
Se habla de las ánimas del Purgatorio, almas que penan y esperan ser liberadas algún día de su tormento. Cuando alguien va a morir, sobre todo una persona bondadosa, muchos han creído escuchar murmullos de oraciones. Se dice que son las Ánimas del Purgatorio, que anuncian el deceso. En Venezuela, como en muchos otros países de Latinoamérica, donde la esperanza es el único paliativo contra la miseria, existe la devoción a determinadas ánimas, que por su vida, se han ganado la fama de “milagrosas” y que la gente cree que pueden ayudar a obtener bienestar, trabajo, felicidad amorosa, dinero y toda clase de bienes.



ÁNIMAS BENDITAS (Mercedes Franco)
La devoción a las ánimas benditas es muy antigua. Hay que encenderles una vela todos los lunes, rezarles un rosario y pedirles protección. Ellas se encargarán de velar por sus devotos. El General José Antonio Páez, en su autobiografía, cuenta que estando cautivo de un batallón realista, fue inesperadamente liberado. Sus captores creyeron ver en la distancia un enorme ejército patriota. Por miedo a las represalias, soltaron a los prisioneros y desmontaron el campamento, huyendo precipitadamente. Páez también alcanzo ver la gran polvoreada que levantaban los caballos, y aguardó confiado a sus compañeros para unírseles. La espera se prolongó varias horas y al fin nadie llegó. Aquel contingente de tropas se disolvió en el aire. El héroe de Mucuritas le atribuía el extraño suceso y su salvación a las Animas Benditas, de las cuales era muy devoto. Ellas conformaron el invisible ejército salvador.
Hay algunos testimonios de hombres que han sido alertados de peligros por una doliente y larga procesión de personas vestidas de blanco, que pasan rezando y caminando lentamente, con un cirio en la mano: es la “Procesión de las Animas”.



TRANSFIGURACIÓN DEL DUENDE 
(Luis Arturo Dominguez) 
Los duendes en Venezuela, según el decir de la gente, pueden transformarse de pequeños seres en personajes gigantescos. Lo dicho queda evidenciado con el relato que 1950, lo hizo en Caracas el profesor Heliodoro Rivas Fermín, natural de la isla de Margarita, Estado Nueva Esparta. El citado educador, narra lo siguiente:
“Según me han contado, como algo verídico, que por el caserío conocido en la isla de Margarita con el nombre de El Poblado, cerca de Porlamar, iba una señora comiendo un pedazo de coco. Al llegar a la encrucijada, vértice que conduce hacia la ciudad de Porlamar y el Valle del Espíritu Santo, se encuentra de manos a boca con un muchachito, quien se acerca a la mujer, se le atraviesa en el camino y con una voz chillona, le dice: ─Deme un pedazo de coco y si no me da lo que le pido, no la dejo pasar.
La mujer admirada ante aquella criaturita le pregunta muy sonriente:
─ ¡Muchacho er diablo!... ¿con qué dientes vas a comer coco?... El aludido, como por arte de magia, se transforma en una extraña y gigantesca figura fantasmal; lanza una carcajada diabólica y mostrándole ahora unos colmillos enormes, le responde: ─ ¡Con éstos!...
La señora, horrorizada ante aquella aparición, pierde el conocimiento y cayó al suelo. Cuando vuelve en sí, el duende de Guatamare había desaparecido en la oscuridad de la noche”.



DEL TIEMPO DE LAS MOROCOTAS 
(Enrique Mujica)
Llegaron al Bajo Apure, andaban comprando un ganado. Todavía se pagaba con fuertes de plata y con brillantes morocotas, dinero contante y sonante. Los hombres pararon un rodeo y apartaron el ganado para la compra. Tasaron el negocio y ya se disponían a pagarle al dueño las reses, un viejo malicioso de cuando crespo y el cometa. Empezaron a contarle unos billetes nuevos, unos papeles, dinero que era de reciente aparición. El viejo se negó a recibirles el pago en billetes, esos papelitos pintados. 
“No, amigos –les dijo, hay dos cosas en la vida que a mí no me gustan. Billete y mujé señorita”.



EL HOMBRE DE LA CASA SOLA
 (Gabriel Jiménez Emán)
 Va y viene todo el día de una esquina a otra de la cuadra donde está situada su casa, pasa por la ventana y mira hacia dentro para espiar los movimientos de sus seres queridos, que han muerto hacen bastante años. Por  ello mismo es, quizá que todavía no se ha vuelto completamente loco.



ANTES, YO ERA (Luis Britto García)
Antes, yo era un ser humano. Tenía acceso a los olores, los colores, los sonidos, las formas, los sabores, ante mí desfilaban las personas, ocurrían las cosas. Se apoderaban de mí las emociones, a veces – no siempre- tenía ideas. Luego se me ocurrió leer libros, y poco a poco elegí, más que el sonido, la palabra que simboliza el sonido, más que el olor, la palabra que simboliza el olor, más que el sabor, la palabra que simboliza el sabor, y el tacto, las palabras que simbolizan sabores y tactos. No conocí personas, conocí sucesiones de palabras estampaba en olorosa tinta que describían personas; elegí no padecer miedo; creí pensar cuando solo conectaba entre sí palabras que describían los pensamientos de otros. Poco a poco los objetos en mi universo se fueron sustituyendo con palabras: la progresión del tiempo, por el sucederse de periodos; mi conciencia de existir, por un vasto olor a papel y a tinta, a veces a grafito, a veces a cueros, a veces a cola. Alrededor de mi construí los muros de libros y al final no sé cómo entre los me dirigieron me asimilaron me absorbieron golosamente, secamente, y yo solo trataba con polillas.
Ahora, soy esto. He mirado lo que era mi mano y sólo veo unas palabras que dicen antes yo era un ser humano. No hay antebrazo, sólo ceo otras palabras que dicen: tenía acceso a los olores, a los colores. Así, en parcos vocablos se va agotando mi cuerpo: donde dice poco a poco los objetos de mi universo se fueron sustituyendo, es el ombligo; y la conciencia, la conciencia, son las palabras de este párrafo que dicen ahora soy esto, estas líneas en que me defino, sólo palabras, sólo tintas, solo papales, yo que era un ser humano, concluyo aquí, ahora. Ahora, no soy sensaciones, no soy ya emociones, no soy ya tripas, algo me ha ocurrido, palabras, nada más que palabras, ahora soy esto.-


ASESINATO EN PARÉNTESIS
 (María Inés Pérez)
…(Noche de verano: Hotel Hoguera. Una mujer bella hace su aparición, sube las escaleras camina a tientas por un largo pasillo y se detiene frente a una puerta, sus manos tiemblan, suda, golpea. Una voz abigarrada, lejana replica: “¿Quién es?”, “Promociot” Confirmada la clave de acceso los cerrojos corren. Entra un hombre lascivo se acerca su esposo. La toca como un mínimo, quiere besarla. Ella lo aparta con violencia, lo tira la cama y observa mientras él se desnuda con suavidad siniestra. La mujer se desespera, no puede continuar un minuto más así, si hacer nada. Saca la pistola le apunta. Él se ríe, la mira con sorna. Un segundo después, el hombre comprende que va a morir y sólo alcanza a levantar las manos: un disparo atraviesa su frente. No hay huellas, no ha habido sonidos fuertes, nadie la ha visto llegar hasta allí. Al salir, mientras baja las escaleras, piensa en él, y recuerda sus manos sobre su cuerpo, su boda, sus largos e interminables amores pasados, pero ya no quiere pensar más, por fortuna está muerto, no volverá a verlo, no volverá a compartir nada; sólo está ella, ella con el dinero, ella, la única que puede tener acceso al millón de dólares, que en un rincón de su caja fuerte, su marido, un día escondió dándole sólo a ella la clave de acceso: “Promociot”



LA CONVERSACIÓN INTERIOR 
(Eduardo Mariño)
Podríamos iniciar la tarde de esta manera:
—A (con emoción): ¡Epa! ¿Qué haces ahí solito?
—B (firme): Bebiendo ron
—A (bajando la cara): Ya somos dos
Pero hasta ahí llega el diálogo, dando curso a intrincados y fluctuantes monólogos interiores. O quizás, como diría Evaristo, a «esa conversación que sólo sucede entre uno y el indio atroz que habita al dorso de la botella».



HOMENAJE A ALFREDO ARMAS ALFONZO
 (Algunos cuentos)

7 X 1
Se comía la mariposa azul, la mariposa blanca y la mariposa amarilla del verano también se las comía, la mariposa que tiene la mancha circular sobre el fondo rojo se la comía también y aun las nocturnas a pesar de que están revestidas del polvo lunar las cazaba colocando la mano ahuecada encima del insecto lepidóptero, luego recogiendo los dedos manteniéndolos bien juntos entre sí para impedir el escape desesperados hasta sentir en la yema de los dedos el leve palpitar, cerrar los dedos por último y llevar la mano a la boca, ya preparada para ello, sin manifestar repulsión. Después en el sueño él veía que de sus nalgas reaparecían las débiles criaturas del  viento, como si fueran flores que se esparcían en la dirección del viento del río como hojas sacudidas por el huracán. Las mismas expelencias de su estómago adquirían fragancia de tiamo, de guatacaro, de cereipo que arde, de trompillo, de roble mayero, de guásimo, de cautaro, de la barba de maíz y hasta de la turiara cuando a una mujer de la casa queda preñada de otro hombre, que es entonces cuando la flor más huele desde lejos.


3 X 1
Roncho descendió al banco de arena donde se hallaba hundida la nave y el agua enlodada no le consintió siquiera penetrar más allá del puente, donde el timonel aún permanecía aferrado al timón, aunque de la cara no se había preservado nada, ni la piel; la calavera adornada apenas con la parte de la cabellera recordaba las máscaras que Manuel Santiago de los Rios elaboraba para la fiesta del carnaval, sólo que la del marino ahogado lucía demasiada blanca, apenas alteradas por aquellas algas verdosas que la marea agitaba undosamente.
La sirenita nadaba junto al palo de mesana y no huyó cuando Roncho logró asirla por la cola. Se sabía que era una sirenita por los pechitos y la mirada humana. Lo malo fue que no se adaptó a la lata donde Roncho la metió después de llenar el envase con agua de lluvia del tanque. Se le fue poniendo gris el cuerpecito y de repente ya no le quedó ninguna luz sobre el rostro de santo pequeño de los altares que doña Fidelia Medina siempre tuvo alumbrado. Esa obra de los buenos carpinteros de rivera que no hubo en el Unare doña Fidelia se la regaló prácticamente por una miseria a la iglesia San Miguel, y allí debe vérsele todavía si Dios intervino en que él comején no la atacara.


4 X 9
Sixto desciende entre las piedras de la poza donde ha estado apedreando las culebras macagua; ese día contó once, tres menos que de ordinario, y no lo va atribuir a que se devoren entre sí cuando el fuego de Dios las hace arder, y va hasta la casa de tejas donde una  jovencita le espera sentada en la ventana para cambiarles besos por naranja fruta vedada.
Una al principio, dos después y así, sucesivamente hasta llegar a una negociación de seis por cada vez que él le ofrezca sus labios a la llorosa novia despechada, él niño ya ha reunido en su cuarto de la casa junto al guamo cajeto tantas frutas vedadas como jamás alcanzará a comer, por más esfuerzo que haga. Pero la sola noticia de rehusarse a la oferta le trae de parte de ella la amenaza de optar a la misma desventura de la trinitaria morada de la plaza donde se halló, alzada en el aire penumbroso, como una fantasmal aparición, otra apasionada damita incapaz de soportar la lejanía de un amor imposible.
Hace entonces lo único que cree que corresponde a su deber. Como no puede dar a la venta sus tesoros los lleva hasta la parte del bosque donde se guarece la bandada de monos capuchino. Corta la fruta de color de oro y la acerca a las ramas desde donde una mirada de brillantes ojos golosos ve acercarse el fin de un tiempo de sequía y de hambre. 


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